La satisfacción de hacer las cosas bien.

O por lo menos de intentarlo.

El bien y el mal es algo totalmente subjetivo, dentro de unos límites. Violar, matar y quemar a una persona está mal, en cambio ayudar a una ancianita que se ha caído por la calle está bien. Pero, ¿quién decide lo que es correcto y lo que no? Lo que para mi está bien para otra persona puede resultar intolerable. En cualquier caso, mi intención hoy no es entrar en debates sobre lo que está bien y lo que está mal.

Hoy quería hablar de la capacidad que tienen las personas para actuar a tiempo y en consecuencia. De la racionalidad del ser humano para pensar, evaluar y actuar en base a ciertos principios.

En nuestra vida, tenemos una serie de expectativas de acuerdo con el entorno y las circunstancias que nos tocan vivir. Estas expectativas pueden estar enfocadas hacia una persona o hacia un hecho, y no hay que olvidar que son suposiciones sobre el futuro, más o menos realistas, que nosotros mismos nos creamos. La racionalidad del ser humano también depende de la educación recibida, la cual nos limita el escenario de posibilidades a las cuales acudir como parte de las soluciones. Por tanto, cuando la educación falla, actuamos de manera irracional, o siendo más sutiles, de manera poco racional.

Además, muchas veces las personas nos dejamos llevar por nuestros impulsos sin detenernos varios segundos a pensar. ¿Qué ocurre cuando falla la educación y, además, no dedicamos ese tiempo necesario para analizar la situación y así poder actuar en consecuencia?

Pensar, evaluar y actuar. He ahí la cuestión. O el Zen, que dirían algunos.

Es necesario detenerse a pensar, evaluar el cúmulo de sucesos que han originado esa situación, los pros y los contras, lo que suma y lo que resta, y así, poder tomar la decisión correcta. Correcta en base a nuestras creencias y principios. Tal vez esa decisión no sea, a primera vista, lo que esperábamos oír de la otra persona, pero con el paso del tiempo tendremos en cuenta ese momento de reflexión, y el dolor si es que lo hubo, será más fácil de apaciguar.

Al fin y al cabo se trata de pararse a pensar para evitar herir, para evitar situaciones incómodas, para evitar defraudar. Teniendo en cuenta que las expectativas nos las creamos nosotros mismos y que, como he dicho, son más o menos realistas, es probable que nos decepcionen, ya no sólo los hechos sino también las personas. Y no porque mis expectativas estén muy por encima de la realidad, sino por la carencia de ética de quien actúa. Puede ser que lo que a mi me parece algo correcto para la otra persona no lo sea, pero fundamentalmente, nos tenemos que guiar por unos principios éticos. No se trata de quedar bien, se trata de no hacer daño. Y de actuar a tiempo.

Todos nos equivocamos alguna vez y creo que todo el mundo se merece una segunda oportunidad, hasta que te demuestran que las segundas oportunidades sólo le sirven a aquel que sabe pararse a pensar, a reflexionar, a evaluar y a actuar en consecuencia. Ya me lo ha dicho Facebook en uno de sus tests llamado "¿Qué frase de canción te define?": "Las segundas oportunidades nunca importaron, las personas nunca cambian." (En otro momento hablaré de 'Cómo ir a la biblioteca con intención de estudiar y acabar metida en Facebook haciendo tests y pensando en la lista de la compra. Parte II') ¡Oh sabio Facebook! Voy a tener que empezar a hacer un poco más de caso a tus tests!

Como dice mi amigo Gonzalo, "soy fan de Los Planetas porque son los culpables de que mi vida no esté arruinada" , lo cual califico de demasiado trágico :P. Y yo de Bunbury, Gon, aunque existen métodos más efectivos que refugiarse en la música.
Por el momento, he adquirido un fumigador último modelo con posibilidad de chorro a presión y pulverizador. ¡Que nadie estropee mi jardín repleto de flores y margaritas! ¡Se acabaron las malas hierbas y los gusanos infectos que pudren manzanas! Lo he utilizado ya un par de veces, y he de decir que desde entonces soy mucho más feliz.



:)

2 Chapoteos:

Diego 28 de mayo de 2009, 11:40  

Bravo.

Sólo cambian las personas a las que la vida les da esa oportunidad de cambiar.
Pero para ello es necesario llorar unos pocos mares antes.

Frase de canción:"...hay tanto idiota ahi fuera...."

Besotes Elena Glez.

Muu 28 de mayo de 2009, 14:41  

Yo desde luego no opino que el bien o el mal sean algo totalmente subjetivo, todos actuamos pensando en que hacemos lo correcto pero las circunstancias nos van enseñando que no siempre acertamos y ante esto sólo caben dos posturas: no reflexionar y seguir metiendo la pata una y otra vez;o pararnos a pensar e ir aprendiendo la lección.

Todos somos falibles pero la voluntad de ir haciendo las cosas cada vez mejor hará que cada vez sean menos los errores y más los aciertos.


Hace tiempo encontré en un libro totalmente inesperado una enseñanza que me ha influido mucho.En él un personaje decía que las cosas no eran ni blancas ni negras sino que siempre son en una escala de grises. Otro personaje, en cambio afirmaba, que las cosas si que son blancas o negras y el gris es sólo blanco que se ha ensuciado y que no se tiene las suficientes ganas de limpiarlo.

Supongo que por lo que acabo de decir doy la impresión de que en el fondo siempre hay que perdonar a los demás porque todos cometemos errores pero si a esto le sumamos que soy terriblemente elitista (y cada vez más) y que creo que hay ciertas cosas que si no se aprenden en la infancia y en la adolescencia ya luego no se pueden aprender...

Pues efectivamente las segundas oportunidades nunca importan porque las personas no cambian, al menos en poco tiempo y estoy hablando de años.


PD: Y me paro aquí porque si me pongo a hablar de estas cosas, voy a termianr superando en mi comentario el tamaño de tu entrada XDD

"Te acariciaba el viento de poniente, te llevó a la arena bañada en salitre..."